El botón de la camisa
- Alejandro Gómez
- 17 oct
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 19 oct
El nombre de él no importa. O quizá importa, pero solo para una persona. Y para el resto, lo que realmente importa, es lo invisible que se mueve debajo de su cabello claro que refleja el sol de otoño y se mueve con el viento. Ahí dentro hay una idea fija que comienza a dar vueltas a su cabeza. Una descarga eléctrica que llega natural, pero se siente como si fueran engranes perfectamente aceitados que giran sin fricción.
La idea es tan simple que peca de obvia y sin embargo, es tan útil que por un momento parece desentrañar los grandes secretos de la humanidad, traducidos a un pensamiento sencillo: voy a arreglar todo lo que esté descompuesto.
Esto viene luego de años de descuido. Con el descuido viene el desgaste, y con el desgaste, las cosas se rompen. Esas cosas son materia: telas rasgadas, aparatos que dejan de funcionar, máquinas que se vuelve inútiles y poco a poco se van relegando a los espacios donde creemos que no estorban. Pero con el tiempo se van acumulando, y terminan ocupando espacio. Y lo que necesita este mundo es tener menos cosas y más libertad.
Su idea empieza como empiezan las grandes ideas: por lo más simple. Si a su camisa le falta un botón, lo arreglará. Y si no encuentra el botón, buscará uno distinto que le de distinción a su prenda. Al final, esa camisa volverá a ser usada, quizá en un atuendo nuevo, y ya no será ese pedazo de tela relegado al último gancho del clóset, donde no llega luz y las manos cansadas de recorrer las otras ropas, no alcanzan. Si un zapato no tiene suela, una suela nueva se pondrá en su lugar para que esos zapatos se calcen nuevamente. Todo se irá arreglando: el jardín estará podado, en la temporada nuevamente saldrán las decoraciones que están enredadas y hechas polvo en una caja vieja. Ese cable suelto encontrará donde conectarse y el polvo acumulado se irá despejando con la llegada de las fiestas.
Es una idea simple. Pero cada cosa irá tomando su lugar, como impulsada por una mano invisible que suave, va llevando todo a su sitio. Porque él cree, que para arreglar lo más profundo, se debe arreglar primero lo más simple. Sea un botón, una suela, tres pedazos de pasto o una maceta rota. Entonces, cuando las cosas vayan recuperando su lugar y su espacio, poco a poco encontrará paz donde antes había polvo y la calma para arreglar cosas mucho más importantes.
Pensará en las palabras nunca dichas y en los ratos de descuidos. En las “gracias” que no dijo a tiempo y en como valía más la pena acercarse a acompañar a esa persona que sentarse a ver una película. Y no será una disculpa, ni un arrepentimiento; la cura llegará como la brisa que se cuela por la ventana, como las hojas bajo la puerta, como los recuerdos que golpean a quien duerme solo y despierta de pronto en la madrugada.
Una cura disfrazada de orden. Un pensamiento limpio que lo hará un poco más sabio. Una forma de ver la vida más suave. Y entre los escombros de lo que fue convirtiéndose en una vida llena de rutinas, va a reencontrarse. Pensará en las personas importantes que le ha traído la vida y también en sus errores. Pero estará tan limpia su casa y su consciencia que cree, que como por arte de un encantamiento divino, tendrá la sabiduría de arreglar en pensamiento las relaciones, los espacios, los dichos atorados y todo se va a ir acomodando. Todo irá bien.
La paz no vendrá de la indiferencia. Tampoco del trabajo arduo. Vendrá de la consciencia que cae en un espacio limpio y ordenado, al que fue arreglando poco a poco como un campesino que va sembrado sus semillas. Y con un poco de suerte, la lluvia de la tranquilidad llegará a su campo y el sol de la paciencia alimentará cada palmo. Con la temporada venidera, llegará el alivio que antes no sabía que merecía, lo encontrará su lugar. Y aunque no todo sea perfecto, tomará el oro que alguna vez consideró un exceso y con él pegará las piezas rotas de la taza que dejó caer. Y quizá, el resultado sea mucho más valioso.
Todo empieza por el botón de una camisa. Por tender la cama y por cortar el pasto.
Esta es la idea que él tiene en mente. La idea que recorre su cabeza. Quizá este otoño, le haya dado una pista de lo que es en realidad la vida.



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